Ni el más mínimo reflejo de la muerte, pudo enceguecer al poeta loco, el mediocre horrorizado, observó al loco con cierto recelo, encendió un cigarro, se envolvió en humo tomó su bolígrafo que estaba en el suelo, y se sentó a escribir sus mejores versos, olfateo su curiosidad, y le dijo: "Que seamos la misma persona, yo aquí y tu allá, no te da acceso a espiar mi arte"
No cabían en el mundo palabras bonitas, los niños no sonreían por temor a quedarse ciegos, pues su luz era tan incomprensiblemente bella, que lastimaba. Dicen que hubo una vez, un tuerto que le envió flores a la esperanza, pero esas son patéticas historias, que los cuervos chismosos suelen confabular cuando no hay diamantes para cenar. Es raro que en este pueblo sucedan esas cosas, lo cierto es que se alimenta de su oscuridad, de luz que dejaría ciegos a los niños, y de aquel tuerto que rié a medias, por ser altamente hipertenso.
Y es que un pueblo sin luz, es un mundo sin palabras bonitas, sin travesuras, sin señoritos con su ramo de flores esperando a la que nunca los amará, sin luz, no hay nada mucho menos cuervos...
Quería escribir algo, pero no se me ocurrió nada, primero pensé en tacos rotos, pies descalzos que corrían a un tren que ya partía de la estación, más tarde mientras preparaba café, se me vino a la cabeza la idea de un fulano tocando el arpa, fulanito poco angelical, señorito que no cantaba más; luego encendí un cigarrito bajo este manto de estrellas que irradian destellos de hielo...