Sí las arpías tuvieran piernas de mujer
y labios con espinas,
difícil sería la mentira más piadosa,
se debería pensar dos veces
antes de mirarlas con deseo,
sus caricias dolerían aún más que la negativa
de mis histéricas musas.
Por las noches las veo pasearse frente a mí,
y no quisiera tenerlas sentaditas sobre el escritorio
espiando lo que escribo,
aún así deseo verlas enredadas
entre las sábanas,
imitando el aullido de los lobos
con cada roce imaginario,
impregnando las sedas de un olor azul Francia,
para que las recuerde una siesta entera.
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