Ni los lengüetazos a la luna, ni los malabares, ni tu disfraz de dragón lanzando fuego por la boca, distrageron a la princesa sin reino.
Demasiadas pastillas para dormir, demasiadas noches pronunciando nombres inconclusos, asaltando los almacenes de etílicos para arrancarse las penas del corazón.
La princesa detestaba a los cobardes, que empeñaban diamantes por una línea sobre la mesa, o eran capaces rasgar sus vestiduras a cambio de pócimas lujuriosas.
Aún así no te importo, cobarde disfrazado de valiente, asesino de insectos, bebedor incansable, primo hermano de las ratas que viven en las cloacas, no te temblo el pulso y destrozaste a la princesa sin reino.
Sigue acurrucado un abrazo invisible y sonoro, sin tregua para este amor desesperado, tic - tac - tic - tac... después de tomar un sorbo de quietud, la melancolía se queda dormida en mi regazo.
Mañana el diario dirá mentiras otra vez, la tv hará cara de espanto y sorpresa ante hechos comunes; y será un libro de hojas amarillas el que rescate la siesta.
Duele la pasión que tus manos no quisieron dar, se rompe en pedazos la memoria, y se enfría el café que preparé, mientras regresaba de mi viaje al pasado.
............................................................................Se me pueden caer .............................................................los besos de la boca, ...............................................................................pero hasta ahora .............................................................no se me han caído las ideas.
Te devuelvo los puntos suspensivos, (...) póntelos de lunares, y regresa a los infiernos, donde se corta la luz por falta de pago.
Mientras tiende la ropa, aquel sofocante sol de Marzo, parece quebrarle la piel, hundirse en los poros cansados, rezonga en silencio y suda, como si de noches de pasión se tratara.
No cuestiona hasta dónde la llevó su destino, pero le duele en la soledad, haber tenido tantos hijos, quizás hubiera sido mejor, mantener sus ideas liberales y no exiliarlas en el olvido.
Muda sus nostalgias a la cocina, barre una a una las lágrimas de una noche violenta, hasta que una mano pequeña se cuelga del vestido, pidiendo comida.